domingo, 8 de agosto de 2021

Agosto 2021

Veo Friends: The Reunion y lloro porque de alguna manera Phoebe, Joey, Mónica, Chandler, Ross y Rachel forman parte de esa familia a la que todos pertenecemos en el imaginario colectivo, y me emociona verlos de nuevo, pero también lloro por otros motivos: Marta Kauffman, una de las creadoras de la serie, afirma que Friends tiene un final redondo y que nunca se han planteado darle continuidad porque representa una etapa vital muy concreta en la que los amigos son familia, pero que esa época se termina, como ocurre en la ficción, cuando cada uno de esos amigos empieza a formar su propia familia.

Creo que nos encontramos, cada vez de forma más evidente, en ese momento. En mi caso la desilusión es obvia y, por supuesto, no porque no me alegre de la evolución de vuestras vidas, sino debido a una nostalgia por épocas que no volverán. Puedo decir que este año he salido del pozo, he superado el miedo a no saber recuperar la vida tras la muerte (porque la muerte misma no se supera nunca). Sigo escuchando a niños felices pronunciar la palabra “mamá” y se me humedecen los ojos. He aprendido que el amor y la vida no son como nos habían contado, que tarde o temprano en todo periplo vital sucede algo que pulveriza nuestras certezas. Suele ser un momento traumático pero también revelador.

Y cuesta reconocer, que, como decía alguien a quien quise muchísimo, a lo mejor venimos programados para amar un número determinado de veces, que el amor se agota. Como decía Ana en la película de Julio Medem: “Ya no quedan casualidades buenas. La culpa es mía, que las gasté muy rápido”. La sensación es esa, haber vivido un reinicio en el que el mundo se ha desplazado bajo nuestros pies y tras el que nos aferramos a lo que queda, la incertidumbre, porque, tal vez, madurar consista en abandonar todas las certezas aceptando que la vida es impredecible, que siempre gana.

Y sentir que ya no queda espacio para los grandes sentimientos, que nos reinventamos como podemos para ser la mejor versión de nosotros mismos. Hemos recuperado las piezas del puzzle que creíamos perdidas, pero ya no sabemos como encajarlas y nos contentamos con dejarlas a buen recaudo. No hemos tenido un verano amable y la sensación de agostamiento lo invade todo a estas alturas con muy poco margen para pensar en futuribles.   

 

 

 

viernes, 20 de septiembre de 2019

El primer verano

Ha pasado. Era el primer verano sin ti.

He estado fuera de casa.

He ido a la playa, he intentado disfrutar del aire libre, del tiempo, del cariño, de los amigos. Y se ha terminado.

He regresado a casa, a nuestra casa, símbolo de familia, de vida, de unidad... Y la he encontrado envejecida, como si hubieran pasado decenios. Los olores, la luz, los colores... Todo me parece más desgastado, un poco desvaído, apagado. Pero es que los espacios nunca van a ser los mismos sin ti. Y me doy cuenta de todo lo que queda por llorar.

A veces creo que todo ha sido una ilusión, que me siento tan roto como el primer día. Que no sé reencajar la vida sin ti. Y sigo teniendo las mismas preguntas que tenía hace meses.

El tiempo no lo cura todo. La vida es injusta y solo nos dicen que tenemos que ser fuertes.

Yo te digo que quiero llorar, que me siento huérfano, que el mundo nunca, jamás va a volver a ser el mismo. Creo que eras la persona más fuerte que he conocido jamás y siento no haber heredado un poquito de esa fortaleza, de esa energía y de esas ganas de vivir que te caracterizaron.

Las circunstancias me hacen renunciar a cosas que quería, no consigo ser coherente ni conmigo mismo. Siento que he perdido parte de mí, que se ha marchado contigo. He intentado brillar y he fracasado con la más absoluta autoridad. Tengo el corazón roto por muchos sitios y no sé por donde empezar con los remiendos.

Estoy muy cansado, y el verano se ha ido llevándose muchas cosas consigo.

¿Alguna vez podré poner todo esto en orden?

Te has ido demasiado pronto mamá.

Y hoy me siento sin aptitudes para la vida.

jueves, 23 de mayo de 2019

Las malditas expectativas

Inevitablemente, desde siempre, nos proyectamos hacia el futuro.
Hacia un futuro en el que imaginábamos grandes cosas, hasta que un día te detiendes y echas la vista atrás, recuerdas como era aquel futuro, y te das cuenta de que son muy pocas las expectativas que se han cumplido, tanto en relación a cuestiones sentimentales o profesionales, como en relación a situaciones vitales.

Ocurre siempre del mismo modo, la vida se te desborda, y no puedes hacer nada.  Son siempre las putas expectativas las que parecen jodernos el presente mientras seguimos corriendo, buscando algo que ni siquiera sabemos qué es.

Son siempre las expectativas y la falta de certezas las que nos impiden disfrutar. Y es una pena, porque vida no vamos a tener más que una y mientras toda esa mierda nos obsesione la búsqueda de la felicidad será nuestra mayor causa de infelicidad, de insatisfacción y de frustración.

Que la vida resulta incontrolable e incierta es algo que he aprendido hace demasiado poco, de forma devastadora, y resulta muy difícil colocarlo todo en su sitio de nuevo. Creedme que lo estoy intentando y parece que hay pequeños momentos de calma, de paz. Y a lo mejor se trata de eso, porque la felicidad no se encuentra nunca, llega de forma inesperada cuando dejas de buscarla.

Y mientras, hay que coleccionar buenos momentos.

Porque tenemos que vivir. 




jueves, 28 de marzo de 2019

Y, de repente, el niño se convierte en adulto

Los cambios más traumáticos de nuestras vidas tienen la capacidad de reordenar nuestras prioridades, otorgándoles un nuevo valor.

Antes creíamos que ciertas cosas eran importantísimas y realmente se nos iba la vida en ello. Es curioso como a través de experiencias difíciles pasamos a prestarles la misma atención que ponemos al sonido de una lluvia que se prolonga a través de los días.

Aceptas, asumes y te resignas. Y en medio de todo ello, encuentras pequeñas fortalezas de paz inmensa en las que redescubres el calor del sol sobre tu piel, el frío del agua del mar o la sensación de la arena rugosa bajo tus pies. Una conversación, una mirada, una caricia, un beso. Tal vez no los sientes como antes, pero los sientes, de forma diferente y muy despacio.

Un niño juega con una pala en la arena, y no deja de gritar, eufórico:
 
 - "¡Mira mamá, es una sorpresa!"

No puedes evitar sonreír ante tanto entusiasmo y, al mismo tiempo, te esfuerzas por retener las lágrimas. Sientes que te han robado la infancia de un plumazo, a ti, que siempre habías intentado conservar parte de ella en un rinconcito para que pudiera reconfortarte en esos momentos en los que todos queremos ser niños de nuevo. Por primera vez sientes el peso de ser un adulto y, aunque no te consideres una persona inmadura, resulta abrumador.

Siempre has odiado todos esos mensajitos, más o menos banales, de que la vida se encuentra en las cosas pequeñas, en los momentos que pasan desapercibidos. Siempre has puesto tu atención en otras cosas, en grandes metas, siempre te has esforzado, porque era lo que tenías que hacer; y de repente te encuentras enfrentando el abismo para comprender que tal vez sea cierto, que la vida se manifiesta en esos pequeños momentos.

Y es entonces cuando agradeces cada instante de ternura capaz arrancancarte una sonrisa.



 

domingo, 24 de febrero de 2019

20 días

Apenas han pasado 20 días.

Regreso a casa, para enfrentar de nuevo el vacío, la ausencia y el miedo.

A veces se te meten dentro, enraizan de forma muy profunda, pero es que has estado aquí 31 años, y eso para mí es toda la vida. Me río, respiro, sonrío... pero tal vez un poquito menos. No sé si algún día volveré a hacerlo como antes, pero es que el mundo ha cambiado tanto sólo con tu partida... No tienes ni idea.

Ha sido un fin de semana estupendo, me gustaría contártelo, me gustaría que conocieras a alguien con quien hablo mucho de ti. Dice que eres una persona especial, que lo ve a través de mí, y es que al final yo me he construído gracias a vosotros; dice que lo ve en mi forma de hablar de ti, y los ojos se me humedecen casi tanto como el corazón.

Sólo quiero que sepas que lo hace todo mucho más fácil, puede construir fuertes con almohadas, tiene anillos mágicos que giran y hasta una varita mágica. Fly no sabe como tratarlo (ya sabes que siempre fue un poco desconfiado) pero creo que al resto se los está ganando poco a poco. No nos dió tiempo, pero creo que os llevaríais muy bien. Tiene un montón de libros y películas en la cabeza de los que ni tú ni yo tenemos ni idea, y parece que el mundo es un poco más bonito en su presencia. 

No sé dónde estás, por desgracia es una de las tantas incertezas que debo enfrentar, sin embargo creo que si puedes verme, estarás de acuerdo en que me estoy esforzando en hacerlo lo mejor posible dadas las circunstancias. No puedo mentirte, a ti no, hay momentos terribles, y sé que lo serán durante mucho tiempo. Alguien a quien le tengo mucho cariño me explicó que nunca se deja de echar de menos, pero, con el tiempo, cambia el modo en el que lo hacemos. Para mí, es un consuelo escribirte.

En serio, ha sido un fin de semana brillante. Siempre aprobaste mi búsqueda de la luz, y sé que también lo harías ahora. Espero que estés sonriendo, porque de verdad, lo estamos intentando, pero es difícil vivir con tanto vacío. Hace un par de noches soñé contigo por primera vez. Me abrazaste. Y sé que de algún modo fue real.

Gracias.





viernes, 1 de febrero de 2019

De como un elefante puede sostener un mundo al borde del colapso...

Una noche regresas a casa con una pieza de ropa metida en una bolsa, poco importa el contexto, la procedencia, o el motivo.

Es el símbolo de una situación, de un mundo que ha girado sobre sí mismo hasta invertir papeles de forma absurda. Te sientes desorientado, perdido y muy pequeño. Parece que la realidad que tan bien conoces se tambalea. 

Duermes. Te despiertas. Desayunas. Vas a trabajar. Ves a tus amigos. Regresas a casa. (Sobre)Vives encadenando acciones normales carentes, por primera vez, de cualquier tipo de normalidad.

Y a veces dejas que el tiempo pase. Un par de horas. Sin nada. Suena música de fondo y divagas. Es como reiniciar tu batería vital.

Algo ha cambiado en medio de todo ese caos. Todavía no puedes entenderlo del todo, pero está ahí, cada vez más presente. Tiene forma de elefante, y ha llegado a través de una puerta muy pequeñita, tirando varias cosas a su paso.

Y a pesar de su aparente desorden, porta un caos que calma tus ansias y que en los momentos oscuros te hace sonreir. Llega cargado de historias, música, libros y nuevos significados.

Ha sabido siempre que la belleza está en los ojos de quien mira, entendiendo que el arte es un consuelo y que compartirlo puede ser un regalo.

Lo que no me esperaba a estas alturas, en momentos tan extraños, era un elefante mágico capaz de revolver mi vida dibujando sonrisas inesperadas.

Porque, a pesar de todo, siempre queda lugar para la esperanza.

Porque, cada día, es una maldita victoria. 

Gracias. Por aceptar mi desastre. 
 






sábado, 13 de agosto de 2016

Miedo

En ciertos momentos nos sentimos plenos, satisfechos, en la cresta de la ola. Creemos tenerlo todo y nos relajamos para coger aire.

Y de pronto, todavía aturdidos por el golpe, intentamos levantarnos escupiendo restos de arena y sal. La ola que plácidamente nos acercaba al sol se ha convertido en tormenta.

Entonces comprendemos que las cosas más puras de nuestras vidas se construyen con cristal y, tal vez, olvidamos que el cristal se rompe, que hay que pulirlo y protegerlo para que no se resquebraje.

Y ahí nos quedamos, en medio del oleaje, con un sabor amargo en la boca, empapados y perdidos e incapaces de entender por qué hemos perdido tantas cosas.

Nos creímos más fuertes que el mundo, que la distancia, que la vida. Nos conformamos con haber ganado una batalla sin ser conscientes de que en el amor, como en la guerra, nunca puedes bajar la guardia.

Y la derrota siempre duele, el fracaso siempre trae consigo incertidumbre, miedo... Sentimientos que creíamos haber desterrado de nuestro mundo hace mucho tiempo.

Y preguntas, demasiadas preguntas sin respuesta...

Tal vez amaine el temporal y el sol nos ayude a secarnos.

O tal vez no.