viernes, 1 de febrero de 2019

De como un elefante puede sostener un mundo al borde del colapso...

Una noche regresas a casa con una pieza de ropa metida en una bolsa, poco importa el contexto, la procedencia, o el motivo.

Es el símbolo de una situación, de un mundo que ha girado sobre sí mismo hasta invertir papeles de forma absurda. Te sientes desorientado, perdido y muy pequeño. Parece que la realidad que tan bien conoces se tambalea. 

Duermes. Te despiertas. Desayunas. Vas a trabajar. Ves a tus amigos. Regresas a casa. (Sobre)Vives encadenando acciones normales carentes, por primera vez, de cualquier tipo de normalidad.

Y a veces dejas que el tiempo pase. Un par de horas. Sin nada. Suena música de fondo y divagas. Es como reiniciar tu batería vital.

Algo ha cambiado en medio de todo ese caos. Todavía no puedes entenderlo del todo, pero está ahí, cada vez más presente. Tiene forma de elefante, y ha llegado a través de una puerta muy pequeñita, tirando varias cosas a su paso.

Y a pesar de su aparente desorden, porta un caos que calma tus ansias y que en los momentos oscuros te hace sonreir. Llega cargado de historias, música, libros y nuevos significados.

Ha sabido siempre que la belleza está en los ojos de quien mira, entendiendo que el arte es un consuelo y que compartirlo puede ser un regalo.

Lo que no me esperaba a estas alturas, en momentos tan extraños, era un elefante mágico capaz de revolver mi vida dibujando sonrisas inesperadas.

Porque, a pesar de todo, siempre queda lugar para la esperanza.

Porque, cada día, es una maldita victoria. 

Gracias. Por aceptar mi desastre. 
 






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