Veo Friends: The Reunion y lloro porque de alguna manera Phoebe, Joey, Mónica, Chandler, Ross y Rachel forman parte de esa familia a la que todos pertenecemos en el imaginario colectivo, y me emociona verlos de nuevo, pero también lloro por otros motivos: Marta Kauffman, una de las creadoras de la serie, afirma que Friends tiene un final redondo y que nunca se han planteado darle continuidad porque representa una etapa vital muy concreta en la que los amigos son familia, pero que esa época se termina, como ocurre en la ficción, cuando cada uno de esos amigos empieza a formar su propia familia.
Creo que nos encontramos, cada vez de forma más evidente, en ese momento. En mi caso la desilusión es obvia y, por supuesto, no porque no me alegre de la evolución de vuestras vidas, sino debido a una nostalgia por épocas que no volverán. Puedo decir que este año he salido del pozo, he superado el miedo a no saber recuperar la vida tras la muerte (porque la muerte misma no se supera nunca). Sigo escuchando a niños felices pronunciar la palabra “mamá” y se me humedecen los ojos. He aprendido que el amor y la vida no son como nos habían contado, que tarde o temprano en todo periplo vital sucede algo que pulveriza nuestras certezas. Suele ser un momento traumático pero también revelador.
Y cuesta reconocer, que, como decía alguien a quien quise muchísimo, a lo mejor venimos programados para amar un número determinado de veces, que el amor se agota. Como decía Ana en la película de Julio Medem: “Ya no quedan casualidades buenas. La culpa es mía, que las gasté muy rápido”. La sensación es esa, haber vivido un reinicio en el que el mundo se ha desplazado bajo nuestros pies y tras el que nos aferramos a lo que queda, la incertidumbre, porque, tal vez, madurar consista en abandonar todas las certezas aceptando que la vida es impredecible, que siempre gana.
Y sentir que ya no queda espacio para los grandes sentimientos, que nos reinventamos como podemos para ser la mejor versión de nosotros mismos. Hemos recuperado las piezas del puzzle que creíamos perdidas, pero ya no sabemos como encajarlas y nos contentamos con dejarlas a buen recaudo. No hemos tenido un verano amable y la sensación de agostamiento lo invade todo a estas alturas con muy poco margen para pensar en futuribles.
No hay comentarios:
Publicar un comentario