domingo, 24 de febrero de 2019

20 días

Apenas han pasado 20 días.

Regreso a casa, para enfrentar de nuevo el vacío, la ausencia y el miedo.

A veces se te meten dentro, enraizan de forma muy profunda, pero es que has estado aquí 31 años, y eso para mí es toda la vida. Me río, respiro, sonrío... pero tal vez un poquito menos. No sé si algún día volveré a hacerlo como antes, pero es que el mundo ha cambiado tanto sólo con tu partida... No tienes ni idea.

Ha sido un fin de semana estupendo, me gustaría contártelo, me gustaría que conocieras a alguien con quien hablo mucho de ti. Dice que eres una persona especial, que lo ve a través de mí, y es que al final yo me he construído gracias a vosotros; dice que lo ve en mi forma de hablar de ti, y los ojos se me humedecen casi tanto como el corazón.

Sólo quiero que sepas que lo hace todo mucho más fácil, puede construir fuertes con almohadas, tiene anillos mágicos que giran y hasta una varita mágica. Fly no sabe como tratarlo (ya sabes que siempre fue un poco desconfiado) pero creo que al resto se los está ganando poco a poco. No nos dió tiempo, pero creo que os llevaríais muy bien. Tiene un montón de libros y películas en la cabeza de los que ni tú ni yo tenemos ni idea, y parece que el mundo es un poco más bonito en su presencia. 

No sé dónde estás, por desgracia es una de las tantas incertezas que debo enfrentar, sin embargo creo que si puedes verme, estarás de acuerdo en que me estoy esforzando en hacerlo lo mejor posible dadas las circunstancias. No puedo mentirte, a ti no, hay momentos terribles, y sé que lo serán durante mucho tiempo. Alguien a quien le tengo mucho cariño me explicó que nunca se deja de echar de menos, pero, con el tiempo, cambia el modo en el que lo hacemos. Para mí, es un consuelo escribirte.

En serio, ha sido un fin de semana brillante. Siempre aprobaste mi búsqueda de la luz, y sé que también lo harías ahora. Espero que estés sonriendo, porque de verdad, lo estamos intentando, pero es difícil vivir con tanto vacío. Hace un par de noches soñé contigo por primera vez. Me abrazaste. Y sé que de algún modo fue real.

Gracias.





viernes, 1 de febrero de 2019

De como un elefante puede sostener un mundo al borde del colapso...

Una noche regresas a casa con una pieza de ropa metida en una bolsa, poco importa el contexto, la procedencia, o el motivo.

Es el símbolo de una situación, de un mundo que ha girado sobre sí mismo hasta invertir papeles de forma absurda. Te sientes desorientado, perdido y muy pequeño. Parece que la realidad que tan bien conoces se tambalea. 

Duermes. Te despiertas. Desayunas. Vas a trabajar. Ves a tus amigos. Regresas a casa. (Sobre)Vives encadenando acciones normales carentes, por primera vez, de cualquier tipo de normalidad.

Y a veces dejas que el tiempo pase. Un par de horas. Sin nada. Suena música de fondo y divagas. Es como reiniciar tu batería vital.

Algo ha cambiado en medio de todo ese caos. Todavía no puedes entenderlo del todo, pero está ahí, cada vez más presente. Tiene forma de elefante, y ha llegado a través de una puerta muy pequeñita, tirando varias cosas a su paso.

Y a pesar de su aparente desorden, porta un caos que calma tus ansias y que en los momentos oscuros te hace sonreir. Llega cargado de historias, música, libros y nuevos significados.

Ha sabido siempre que la belleza está en los ojos de quien mira, entendiendo que el arte es un consuelo y que compartirlo puede ser un regalo.

Lo que no me esperaba a estas alturas, en momentos tan extraños, era un elefante mágico capaz de revolver mi vida dibujando sonrisas inesperadas.

Porque, a pesar de todo, siempre queda lugar para la esperanza.

Porque, cada día, es una maldita victoria. 

Gracias. Por aceptar mi desastre.