Inevitablemente, desde siempre, nos proyectamos hacia el futuro.
Hacia un futuro en el que imaginábamos grandes cosas, hasta que un día te detiendes y echas la vista atrás, recuerdas como era aquel futuro, y te das cuenta de que son muy pocas las expectativas que se han cumplido, tanto en relación a cuestiones sentimentales o profesionales, como en relación a situaciones vitales.
Ocurre siempre del mismo modo, la vida se te desborda, y no puedes hacer nada. Son siempre las putas expectativas las que parecen jodernos el presente mientras seguimos corriendo, buscando algo que ni siquiera sabemos qué es.
Son siempre las expectativas y la falta de certezas las que nos impiden disfrutar. Y es una pena, porque vida no vamos a tener más que una y mientras toda esa mierda nos obsesione la búsqueda de la felicidad será nuestra mayor causa de infelicidad, de insatisfacción y de frustración.
Que la vida resulta incontrolable e incierta es algo que he aprendido hace demasiado poco, de forma devastadora, y resulta muy difícil colocarlo todo en su sitio de nuevo. Creedme que lo estoy intentando y parece que hay pequeños momentos de calma, de paz. Y a lo mejor se trata de eso, porque la felicidad no se encuentra nunca, llega de forma inesperada cuando dejas de buscarla.
Y mientras, hay que coleccionar buenos momentos.
Porque tenemos que vivir.