sábado, 13 de agosto de 2016

Miedo

En ciertos momentos nos sentimos plenos, satisfechos, en la cresta de la ola. Creemos tenerlo todo y nos relajamos para coger aire.

Y de pronto, todavía aturdidos por el golpe, intentamos levantarnos escupiendo restos de arena y sal. La ola que plácidamente nos acercaba al sol se ha convertido en tormenta.

Entonces comprendemos que las cosas más puras de nuestras vidas se construyen con cristal y, tal vez, olvidamos que el cristal se rompe, que hay que pulirlo y protegerlo para que no se resquebraje.

Y ahí nos quedamos, en medio del oleaje, con un sabor amargo en la boca, empapados y perdidos e incapaces de entender por qué hemos perdido tantas cosas.

Nos creímos más fuertes que el mundo, que la distancia, que la vida. Nos conformamos con haber ganado una batalla sin ser conscientes de que en el amor, como en la guerra, nunca puedes bajar la guardia.

Y la derrota siempre duele, el fracaso siempre trae consigo incertidumbre, miedo... Sentimientos que creíamos haber desterrado de nuestro mundo hace mucho tiempo.

Y preguntas, demasiadas preguntas sin respuesta...

Tal vez amaine el temporal y el sol nos ayude a secarnos.

O tal vez no.